Temen que la temporada de huracanes será "extremadamente activa"
La
temporada de huracanes en el Atlántico, que comenzará en menos de
diez días, podría ser "extremadamente activa", según el
temor expresado hoy por expertos estadounidenses y que coinciden con
las predicciones realizadas por diversos organismos.
La
Administración Nacional de Océanos y Atmósfera de EE.UU. (NOAA)
difundió este jueves sus previsiones de cara a la temporada de la
cuenca atlántica, que comienza oficialmente el 1 de junio y que
mantiene en vilo durante seis meses al año a buena parte del Caribe
y sureste estadounidense.
"Se
espera que las condiciones oceánicas y atmosféricas en la cuenca
atlántica produzcan este año más huracanes y más fuertes",
advirtió Gerry Bell, del Centro de Predicción Climática de la
NOAA.
En
una rueda de prensa desde Washington y retransmitida por
teleconferencia añadió que "no hay factores atenuantes a la
vista que vayan a reducir el nivel de actividad" ciclónica, por
lo que "todo hace prever que será una temporada muy activa".
Entre
junio y noviembre, ambos incluidos, se podrían generar en el
Atlántico entre 13 y 20 tormentas tropicales, que son las que, entre
otras características, alcanzan vientos superiores a 63 km/h y son
bautizadas por los expertos con un nombre propio para facilitar su
seguimiento y vigilancia.
De
entre ellas, la NOAA calcula que hay un 70 % de posibilidades de que
entre 7 y 11 aumenten su fuerza hasta convertirse en huracanes (a
partir de vientos de más de 119 km/h) y entre 3 y 6 alcanzarían
categorías superiores (de 3, 4 o 5 en la escala de Saffir-Simpson, a
partir de 178 km/h).
De
cumplirse estos pronósticos, la temporada será claramente más
activa de lo normal (12 tormentas tropicales, 6 huracanes, 3 de
categorías superiores).
Los
factores que hacen temer a los científicos estadounidenses que esta
temporada sea "muy activa o extremadamente activa" son que
el agua en el Atlántico tropical y el Caribe está registrando
temperaturas superiores a lo normal y que es previsible que este año
no se desarrolle el fenómeno de El Niño, que tiende a limitar la
formación de huracanes.
A
ello se suma la fortaleza del monzón en África occidental,
considerado responsable de la etapa actual de alta actividad de
huracanes en el Atlántico, que comenzó en 1995.
Aunque
la mayor preocupación radica en la formación de huracanes de
categorías superiores, Kathryn Sullivan, administradora en funciones
de la NOAA, recordó en la conferencia que una tormenta tropical o un
huracán de baja categoría también pueden tener efectos
devastadores, no sólo en las zonas costeras.
"Como
vimos de primera mano con Sandy, es importante recordar que el
impacto de las tormentas tropicales y huracanes no se limita a la
costa. A menudo los fuertes vientos, las lluvias torrenciales, las
inundaciones y los tornados amenazan también a las zonas interiores,
lejos de donde la tormenta toca tierra", explicó.
A
finales de la temporada pasada, "Sandy" causó la muerte
directa de al menos 147 personas, 72 de ellas en EE.UU. pese a que
cuando tocó tierra en este país ni siquiera tenía ya categoría de
huracán.
Aún
así, fue el ciclón más letal sufrido en este país en los últimos
40 años y el segundo más costoso, tras "Katrina", con
unos 50.000 millones de dólares en gastos. En abril se acordó su
retirada de la lista de nombres de futuros huracanes.
Además,
el Servicio Nacional de Meteorología de EE.UU. ha cambiado su
sistema de alertas para evitar el desconcierto ocurrido el año
pasado con "Sandy", del que se dejaron de enviar alertas
cuando perdió su categoría de fenómeno tropical, justo antes de
tocar tierra en el noreste de EE.UU.
"El
inicio de la temporada de huracanes es un recordatorio de que
nuestras familias, empresas y comunidades deben estar preparadas para
la próxima gran tormenta", dijo Joe Nimmich, de la Agencia
Federal de Gestión de Emergencias (FEMA, por su sigla en inglés).
A
comienzos de agosto, justo antes de que comience el periodo de máxima
actividad de la temporada de huracanes, la NOAA actualizará sus
previsiones, para facilitar así que la población se prepare.
Entre
las recomendaciones básicas para quienes viven en zonas de peligro
siempre figuran contar como suficiente agua y comida como para
subsistir durante tres días, tener preparado un plan de evacuación
y contar con métodos de comunicación para estar en contacto con
familiares o conocidos y para acceder a información de las
autoridades locales.