Falconbridge,
Loma Miranda y el clima de opinión
Cada vez es más necesario que
hombres de negocios, políticos, figuras y líderes religiosos expuestos
permanentemente al escrutinio de la opinión pública, se pongan al día en el uso
de los mecanismos que ofrecen los estudios demoscópicos, necesarios como instrumentos
para la investigación de mercado que posteriormente sirven en el manejo de la
imagen.
El clima de opinión pública que inclina hacia un tema, favorable o
desfavorablemente, tiene que ver con diferentes factores, que deben ser tomados
en cuenta por los diseñadores de comunicación estratégica y especialistas en
mercadeo. Hay dos elementos de ellos que no deben ser obviados: el sujeto que
habla, y el silencio que pudiera adoptar una de las partes envueltas en hechos
sociales o conflictos empresariales que despiertan interés público.
Un vacío comunicacional suele ser ocupado por uno de los actores
alrededor del conflicto, que puede ser sustituido por el rumor público. El
vacío no es más que el silencio, calculado o no, que adopte uno de los actores.
La guerra en la opinión pública es tan compleja como la estructura
misma de este fenómeno. Por eso, las figuras, las empresas (públicas o
privadas) deben estar atentas a cada batalla, pues victorias sucesivas en ellas
lleva a la culminación final de los objetivos estratégicos: ganar la guerra.
Quien no tiene en cuenta los distintos elementos que operan en la
creación de un clima de opinión, es probable que termine perdiendo la guerra.
Ha ocurrido y sucede en el país con los responsables de la gerencia, pública y
privada. Si bien las empresas están para obtener beneficios, éstos podrían
verse menguados por una campaña mediática negativa. Descuidos en el manejo
estratégico de la comunicación suelen repetirse en políticos, artistas y
figuras públicas cuya buena reputación es vital para avanzar en las metas
trazadas.
El más reciente caso sobre el que me voy a referir(se trata de un
ejemplo emblemático de cómo se pierde la guerra en la opinión pública) es Loma
Miranda. No voy a entrar en detalles relativos a si la explotación de bauxita
en las profundidades de sus entrañas es perjudicial, o bien favorece la creación
de empleos y el desarrollo; veré el problema a partir del punto de vista
comunicacional. Lo que parece, de entrada, es que el país no hay instituciones
con la independencia de criterio para determinar quién tiene la razón. No me
refiero a la capacidad técnica, sino a la neutralidad y el juicio sereno para
dar, a estas alturas, un opinión como esa.
En el año 2011 y hasta agosto de 2012, el tema de la explotación
de la bauxita en Loma Miranda no aparece en la agenda de los medios
tradicionales. Apenas uno que otro activista a favor de la preservación del
medio ambiente, perifoneaba en las redes sociales(sin incidencia alguna) su
desacuerdo para que el gobierno diera su visto bueno a la Falconbridge, a los
fines de que la empresa extranjera llevase a cabo su ansiado proyecto. Tampoco
estaba compacto en contra del proyecto el movimiento de la sociedad civil que
en el país lucha por la preservación del medio ambiente, y mucho menos se
habían sumado legisladores, gobernadores, síndicos, artistas, periodistas,
hacedores de opinión y líderes religiosos.
Desde el ámbito ejecutivo de la empresa, se pudo advertir a
quienes estaban "esquiando"- loma abajo- para que los
"patinadores" (en todos los niveles de la empresa) supieran que se
estaba desprendiendo una avalancha de opinión pública a nivel de redes
sociales, en condición de copar los medios tradicionales, como ocurrió; no
asumieron su rol, dejando que la bola de nieve alcanzase el tamaño que ha
devenido. En este aspecto, solo quiero apuntalar que si el responsable de
comunicación no tuvo la visión para darse cuenta de lo que se avecinaba, otros
ojos debieron advertirlo. La montaña de nieve los sepultó.
El clima de opinión adverso se construyó con los meses, se fueron
postergando acciones comunicacionales cuya ejecución urgían, a los fines de
frenar ese leve soplo opositor que solo hacía presencia en redes sociales. El
silencio iba en espiral ascendente en contra del proyecto minero, creciendo
similar a las avalanchas de nieve que se desprenden en el Artico.
¿Cómo es posible ahora que tanta gente se haya montado en el carro
de los activistas por el medio ambiente, con razón o no?, me pregunta gente del
gobierno y se cuestionan ejecutivos de la propia empresa canadiense, que
amenaza con irse si ese proyecto fracasa. Otras preguntas que nos hacemos:
¿Cómo se explica que haya concitado tanto apoyo esa causa, sin que
se produjera un debate abierto, franco y plural sobre su pertinencia o no,
basado en un estudio de impacto medioambiental independiente y serio? ¿Cuál es
la explicación a ese fenómeno?
Muchos de los que dicen hoy no aprobar la explotación de Loma
Miranda no conocen un estudio de esa naturaleza. Les comparto una anécdota. Un
activista por la preservación de los recursos naturales con quien hablé en
Pedernales, me dijo que estaba opuesto a la explotación. Le pregunté que si
conocía Loma Miranda, y me dijo que no.
Ah- le inquirí- cómo es posible que te opongas si no conoces el
lugar. Ocurre con este tema lo mismo que con la cementera Panam. Hay otros
proyectos empresariales más cerca a Los Haitíses que del punto donde se
pretendía construir en principio Panam.
¿Por qué tantas personas se suman a causas "nobles", sin
tener información de calidad sobre el tema?
La contestación a la interrogante la proporciona Elisabeth
Noelle-Neumann en su ensayo "La espiral del silencio, la opinión pública:
nuestra piel social", donde la investigadora alemana profundiza en el
fenómeno de la opinión pública, pero de manera muy especial en la hipótesis del
silencio, que termina construyendo un determinado clima de opinión pública.
Estudios que hiciera Noelle-Newmann comprobaron que las personas
están dispuestas a expresar una opinión acerca del punto de vista mayoritario
sobre un tema controvertido, con el fin único de evitar el aislamiento, de no
quedarse solas en su opinión. Son contados los humanos que asumen una posición
firme, independientemente de lo que diga la mayoría. Con Falconbridge y Loma
Miranda, en términos de estrategia de comunicación, no se le dio el trato más
apropiado, dejando espacio para la construcción de un clima de opinión adverso
a la explotación, independientemente de quién tiene la razón. Como están las
cosas, nadie -a menos que esté chiflado- se atreve a tumbar un árbol en Loma
Miranda, que no se exponga a que lo cuelguen como Judas.