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martes, 4 de febrero de 2014

Falconbridge, Loma Miranda y el clima de opinión
Cada vez es más necesario que hombres de negocios, políticos, figuras y líderes religiosos expuestos permanentemente al escrutinio de la opinión pública, se pongan al día en el uso de los mecanismos que ofrecen los estudios demoscópicos, necesarios como instrumentos para la investigación de mercado que posteriormente sirven en el manejo de la imagen.
El clima de opinión pública que inclina hacia un tema, favorable o desfavorablemente, tiene que ver con diferentes factores, que deben ser tomados en cuenta por los diseñadores de comunicación estratégica y especialistas en mercadeo. Hay dos elementos de ellos que no deben ser obviados: el sujeto que habla, y el silencio que pudiera adoptar una de las partes envueltas en hechos sociales o conflictos empresariales que despiertan interés público.
Un vacío comunicacional suele ser ocupado por uno de los actores alrededor del conflicto, que puede ser sustituido por el rumor público. El vacío no es más que el silencio, calculado o no, que adopte uno de los actores.
La guerra en la opinión pública es tan compleja como la estructura misma de este fenómeno. Por eso, las figuras, las empresas (públicas o privadas) deben estar atentas a cada batalla, pues victorias sucesivas en ellas lleva a la culminación final de los objetivos estratégicos: ganar la guerra.
Quien no tiene en cuenta los distintos elementos que operan en la creación de un clima de opinión, es probable que termine perdiendo la guerra. Ha ocurrido y sucede en el país con los responsables de la gerencia, pública y privada. Si bien las empresas están para obtener beneficios, éstos podrían verse menguados por una campaña mediática negativa. Descuidos en el manejo estratégico de la comunicación suelen repetirse en políticos, artistas y figuras públicas cuya buena reputación es vital para avanzar en las metas trazadas.
El más reciente caso sobre el que me voy a referir(se trata de un ejemplo emblemático de cómo se pierde la guerra en la opinión pública) es Loma Miranda. No voy a entrar en detalles relativos a si la explotación de bauxita en las profundidades de sus entrañas es perjudicial, o bien favorece la creación de empleos y el desarrollo; veré el problema a partir del punto de vista comunicacional. Lo que parece, de entrada, es que el país no hay instituciones con la independencia de criterio para determinar quién tiene la razón. No me refiero a la capacidad técnica, sino a la neutralidad y el juicio sereno para dar, a estas alturas, un opinión como esa.
En el año 2011 y hasta agosto de 2012, el tema de la explotación de la bauxita en Loma Miranda no aparece en la agenda de los medios tradicionales. Apenas uno que otro activista a favor de la preservación del medio ambiente, perifoneaba en las redes sociales(sin incidencia alguna) su desacuerdo para que el gobierno diera su visto bueno a la Falconbridge, a los fines de que la empresa extranjera llevase a cabo su ansiado proyecto. Tampoco estaba compacto en contra del proyecto el movimiento de la sociedad civil que en el país lucha por la preservación del medio ambiente, y mucho menos se habían sumado legisladores, gobernadores, síndicos, artistas, periodistas, hacedores de opinión y líderes religiosos.
Desde el ámbito ejecutivo de la empresa, se pudo advertir a quienes estaban "esquiando"- loma abajo- para que los "patinadores" (en todos los niveles de la empresa) supieran que se estaba desprendiendo una avalancha de opinión pública a nivel de redes sociales, en condición de copar los medios tradicionales, como ocurrió; no asumieron su rol, dejando que la bola de nieve alcanzase el tamaño que ha devenido. En este aspecto, solo quiero apuntalar que si el responsable de comunicación no tuvo la visión para darse cuenta de lo que se avecinaba, otros ojos debieron advertirlo. La montaña de nieve los sepultó.
El clima de opinión adverso se construyó con los meses, se fueron postergando acciones comunicacionales cuya ejecución urgían, a los fines de frenar ese leve soplo opositor que solo hacía presencia en redes sociales. El silencio iba en espiral ascendente en contra del proyecto minero, creciendo similar a las avalanchas de nieve que se desprenden en el Artico.
¿Cómo es posible ahora que tanta gente se haya montado en el carro de los activistas por el medio ambiente, con razón o no?, me pregunta gente del gobierno y se cuestionan ejecutivos de la propia empresa canadiense, que amenaza con irse si ese proyecto fracasa. Otras preguntas que nos hacemos:
¿Cómo se explica que haya concitado tanto apoyo esa causa, sin que se produjera un debate abierto, franco y plural sobre su pertinencia o no, basado en un estudio de impacto medioambiental independiente y serio? ¿Cuál es la explicación a ese fenómeno?
Muchos de los que dicen hoy no aprobar la explotación de Loma Miranda no conocen un estudio de esa naturaleza. Les comparto una anécdota. Un activista por la preservación de los recursos naturales con quien hablé en Pedernales, me dijo que estaba opuesto a la explotación. Le pregunté que si conocía Loma Miranda, y me dijo que no.
Ah- le inquirí- cómo es posible que te opongas si no conoces el lugar. Ocurre con este tema lo mismo que con la cementera Panam. Hay otros proyectos empresariales más cerca a Los Haitíses que del punto donde se pretendía construir en principio Panam.
¿Por qué tantas personas se suman a causas "nobles", sin tener información de calidad sobre el tema?
La contestación a la interrogante la proporciona Elisabeth Noelle-Neumann en su ensayo "La espiral del silencio, la opinión pública: nuestra piel social", donde la investigadora alemana profundiza en el fenómeno de la opinión pública, pero de manera muy especial en la hipótesis del silencio, que termina construyendo un determinado clima de opinión pública.
Estudios que hiciera Noelle-Newmann comprobaron que las personas están dispuestas a expresar una opinión acerca del punto de vista mayoritario sobre un tema controvertido, con el fin único de evitar el aislamiento, de no quedarse solas en su opinión. Son contados los humanos que asumen una posición firme, independientemente de lo que diga la mayoría. Con Falconbridge y Loma Miranda, en términos de estrategia de comunicación, no se le dio el trato más apropiado, dejando espacio para la construcción de un clima de opinión adverso a la explotación, independientemente de quién tiene la razón. Como están las cosas, nadie -a menos que esté chiflado- se atreve a tumbar un árbol en Loma Miranda, que no se exponga a que lo cuelguen como Judas.


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