Nuestro Merengue es ritmo de identidad nacional
Merengue es la música nacional por antonomasia, al compás de la
sangre, es el influjo característico del temperamento del pueblo
dominicano. En este ritmo están los signos de la identidad de manera
elocuente y la fuerza vivencial de la nación.
Merengue es un enfoque etnológico, histórico, sociológico y
antropológico de nuestra música más internacional con la mezcla cultural
en nuestra sociedad y baile. Es un hilo conductor que involucra a
Europa y el Caribe.
El maestro Luis Alberti, figura cimera del merengue de salón de
esta centuria, notificaba que este género musical y danzario no tenía
que ver con África: “todo lo suyo era europeo: instrumentación, sonido,
baile…”
Mientras el sentido resultante de identidad de la autenticidad
nacional puede saber a sentimientos étnicos preexistentes. El merengue
es esencialmente una construcción social-rítmica-sonora de prestante
aceptación nacional e internacional.
El merengue ya en el Siglo XIX era un género caribeño en
Venezuela, Colombia y Puerto Rico, desarrollaron formas locales de
música y con excepción de la versión puertorriqueña, que siguen tocando
hoy en día. La danza, los merengues caribeños fundieron la contradanza
europea con elementos afrocaribeño. No obstante, los matrimonios
inter-raciales eran comunes, y se daba la comunicación a pesar de las
barreras de clases.
El merengue, afectó una forma puertorriqueña de la danza. Como
la versión cubana, empleaba un formato multi-partes: la sección del
paseo se bailaba en grupo, mientras la del merengue en parejas
independientes. La danza puertorriqueña a menudo se realizaba con bandas
de instrumentos de vientos como barítono (bombardino) trazando el ritmo
caribeño.
Las fiestas siempre comenzaban con vals; también se tocaba
polca, mazurka, y danzas tropicales más o menos con el estilo
puertorriqueño, que igualmente aquí se cultivaba muchísima danzas. El
folklorista René Carrasco, enfatizaba “que el merengue nunca se tocaba
en salones o clubes bailables”.
Con un pie en la modernidad y otro en la tradición, el merengue
jugó un importante rol en el manejo de estas nuevas realidades
dominicanas. La música nacional que es el eslabón creativo para
“domesticar la cultura transnacional popular en la propia casa”. Por
ello, el jaleo de saxofón produce una sonoridad sin interrupción en
perpetuo movimiento y momentos diferentes.
De otro lado, el productor de música latina George Nenadich,
indicó que ese ritmo era usado como estrategia de mercado dirigida a
recuperar la enorme popularidad de la balada latina, capaz de crear
nuevos públicos para el merengue y salsa. Las baladas generalmente
tenían una lírica de amor romántico en vez de comentar eventos locales a
la manera del merengue típico. Es decir, el patrón de percusión del
estilo-sonoro cibaeño.
El merengue en el plató global tiene muchos actores
protagonistas, entre ellos, puedo precisar: Ramón Antonio Molina Pacheco
(Papa Molina), Rafael Solano, Luis Kalaff Pérez, Antonio Morel, Johnny
Pacheco, Wilfrido Vargas. Así como: José Tamárez Mateo (Joseíto Mateo).
También, Alberto Beltrán, Primitivo Santos, Luis María Frómeta Pereira
(Billo Frómeta), Félix Del Rosario y Sus Magos del Ritmo, Frank Cruz,
Johnny Ventura, Juan Luis Guerra, Ramón Orlando Valoy, Jorge Taveras,
Manuel Tejada, Lupe Serrano, Negrito Macabí, Andrés Cueva, Rafelito
Román, Tatico Henríquez, Bartolo Alvarado, Francisco Ulloa.
Cleto Octavio Vásquez (Tavito Vásquez), Orquesta San José,
Conjunto Quisqueya, Millie y Jocelyn Quezada, Luis Kenton &
Orquesta, La Gran Manzana. Aunque musicalmente excelente, los grupos
residentes en New York y Puerto Rico no se diferenciaban
cualitativamente de las agrupaciones dominicanas. El merengue,
estilísticamente, era transnacional. Con claridad meridiana, la música
latina caribeña más solicitada en los Estados Unidos de América en los
años 80´.
Estas pinceladas históricas, organizan musicalmente un gobierno
de relaciones rítmicas, con jaleos de saxofón y acordeón con una paleta
ilustrativa del merengue cibaeño. El merengue de acordeón fue por mucho
tiempo considerado competencia del nativo de esa región dominicana. Su
auge es marca país.
El merengue es encrucijadas teoría-metodológicas, música,
cultura y sociedad, baile e identidad; hispanismo y sincretismo. A los
dominicanos y dominicanas nos parece el bailar como algo natural o
genético. En esta música y baile acompañan el surgimiento y desarrollo
de nuestra nación. En ésta, historia y música se entrelazan.
“El merengue no comenzó como merengue ni siquiera fue aceptado
por las élites del país. De acuerdo al investigador folklórico, Fradique
Lizardo se paseo por todo el Caribe antes de llegar a su último puerto
que fue Santo Domingo, capital dominicana. La simultaneidad y variedad
del merengue en lo interno y externo: merengue en Panamá, Colombia,
Venezuela, Cuba y Puerto Rico.”
República Dominicana construye con la música y el baile, la
Patria y la nación como dice Julio Arzeno, el músico puertoplateño que
escribió el primer libro del folklore dominicano en 1928.
William John Thoms, el creador de la acepción folklore cuando
llamó a recoger y estudiar la tradición oral ante el avance de la
industrialización y urbanización del 1846, y el rescate de las culturas
aborígenes norteamericanas realizado por Franz Boas y su escuela a
finales del Siglo XIX.
En este contexto, explicó que la construcción social de la
realidad, reinvención simbólica constante del merengue se codifica
simultáneamente con varios aspectos que conforman la cultura social
dominicana: estrategia de diversión básica del pueblo durante la
democracia, producto comercial nacional y transnacional a finales del
siglo XX. El sincretismo, el trayecto diverso, relatividad y
complementariedad de los caminos de la aproximación a los colores
típicos nacionales.
Llegar hasta aquí, ha sido elocuente y justamente placentero
con esta síntesis del merengue e historia de la vida republicana. En
este teatro y puesta en escena del merengue nos lleva Julio Alberto
Hernández, Luis Pérez, Tim Pichardo, Flérida de Nolasco y otras
personalidades folklorísticas quisqueyanas que han articulados su
talento y sapiencia en pro del sentimiento, música e identidad de
nuestro país.
El Caribe, antillanismo y latinoamericano esbozaron el acento
diacrítico del ritmo merengue desde el 26 de noviembre del 1854; pero en
1957, es cuando se plantea por primera vez su origen en el pentagrama
pictórico patriótico de la nación del Padre de la Patria: Juan Pablo
Duarte y Díez, ¡Loor!